Alguna vez dije que la pandemia del COVID no necesariamente se tiene que atacar desde el campo sanitario, además tiene que ser social y político también y hoy se suma del control público mediante la Contraloría que debe tener el despertador en la oreja para actuar diligentemente en todo acto que permita analizar, evaluar, verificar las compras y adquisiciones que hace el estado mediante sus instancias representativas desde el nacional hasta el más pequeño municipio del Perú.
De acuerdo a
sus funciones, la Contraloría General de la República emitió un informe
especial en tiempos del COVID donde resalta una serie de particularidades en el
manejo de los recursos, encontrándose hallazgos recurrentes, como la compra de
productos de baja calidad en las canastas familiares, la no implementación de planes de acción, expedientes
técnicos incompletos que a la larga degenera esa palabra de “Valor Público” a
los actos de gobierno, así como la carencia de personal adecuado y especializado,
equipamiento médico para atender las demandas sanitarias de los amazonenses; es
decir, totalmente desnudos, frágiles ante un enemigo que ataca por todas partes
y te afecta dolorosamente, llevándote a un amigo, familiar o vecino a la
muerte.
Otra
contradicción que se encuentra en los hallazgos recurrentes de este informe es
la deficiente capacidad en el gasto, al extremo que desde el 5 de abril en que
se registra el primer caso de contagio en Amazonas y el 1 de mayo el fallecido,
poco o muy poco se hizo y se hace para ser más efectivos en la implementación
de herramientas, instrumentos o insumos para atender la demanda pública; tal es
así que hasta el cierre del informe, en Amazonas se ha ejecutado tan solo el
35% de los recursos otorgados por todos los medios y formas por parte del Gobierno
Central, poniendo en tela de juicio la probidad y calidad de los gestores
públicos regionales.
La pandemia
deja huellas de todas las formas. La huella más profunda es que nos encontró a
un país sin planes, ni políticas, menos programas sanitarios a largo plazo.
Desnudó la poca visión de prospectiva en la función pública y que no estamos
acostumbrados a planear solo a ejercer el poder por las circunstancias, así
como hacer de los momentos críticos un medio y uso de oportunismo para provecho
personal a costa de la necesidad humana.
En todos los
países se cuecen habas, reza un dicho muy popular, pero no tanto con en Perú,
donde cada compra está empañada por el favor, la adulteración, compras sin
garantía y de dudosa calidad. No sabemos que pasará mañana, qué fin tendremos
todos, lo único del cual estoy convencido
que sin control, nuestro país sería un barco que cruza el mar sin rumbo ni
destino, alimentando el ego de aquellos que en base al poder solo los interesa
la historia y no hacerla, para el bien de todos.
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